Respetando el ciclo biológico natural de la vid, ésta siempre debe ser perfeccionada en su evolución por el viticultor, por ello, debemos hacer una serie de trabajos en el campo entre ellas «la poda». Como la vid es una planta arbórea, enredadera y de crecimiento ilimitado, hay que controlarla. Durante el largo y frío invierno, la poda, un trabajo donde el objetivo principal fue la de mantener la estructura de nuestros cepas y equilibrar su vigor con la producción para tratar de obtener cosechas regulares y de buena calidad. Una vez llegada la primavera, el siguiente paso, la poda en verde.
En esta práctica, se incluye el conjunto de prácticas de poda que se realizara durante el período vegetativo de la cepa. Su finalidad es complementar la poda de invierno, para mantener el equilibrio entre el desarrollo vegetativo y la fructificación, así como obtener unas condiciones sanitarias más eficientes, afovorir la aireación y facilitar las aplicaciones de los fitosanitarios.
Una de las prácticas más comunes que hemos realizado durante los meses de abril-mayo, es la de podar.
Esta operación consiste en suprimir los brotes tiernos que nacen de la madera vieja, tanto en el tronco como en los brazos, respetando excepcionalmente aquellos que puedan utilizar para la sustitución de algún brazo o la cabeza o bien para dejar más carga en aquellos casos en que se ha realizado una poda demasiado severa.
Esta operación, es conveniente realizarla tan pronto es posible, mientras los brotes tengan consistencia herbácea. De este modo la cepa no se resiente tanto y la operación rinde mucho más.
El fundamento de todo este trabajo es eliminar la «carga» que sobra en la planta para mejorar el rendimiento y la calidad de la uva que, se reduce el número de racimos por cepa y entonces la concentración de azúcar y polifenoles es mayor.